La envenenada herencia del presidente Aznar

El ex presidente José María Aznar, uno de los cinco peores ex gobernantes contemporáneos, según la revista 'Foreign Policy'
El ex presidente José María Aznar, uno de los cinco peores ex gobernantes contemporáneos, según la revista Foreign Policy (Foto: Mis galgas, yo y the ruby slippers)

José María Aznar gobernó en España durante los ocho años que fueron de 1996 a 2004, precisamente hasta que Madrid sufrió los terribles atentados del 11 de marzo y tras empeñarse él y su gobierno en que los autores habían sido los terroristas de ETA y no quienes todo el mundo sospechaba: los terroristas de Al Qaeda.

El electorado le castigó por ocultar la verdad a unas horas de las Elecciones Generales del 14 de marzo, pero Aznar disfrutó durante su doble mandato del impulso económico mundial que comenzó en 1996 y no acabaría hasta doce años después, con el crash financiero mundial de 2008.

Fueron años de vino y rosas para los españoles, con el euro recién estrenado y los bancos buscando desesperados a quién endosar un préstamo hipotecario, al consumo o para hacerse la cirugía estética, lo que fuera, porque el dinero estaba en tipos de interés reales negativos (el 2% con una inflación del 4%).

De esa época, y también de lo que hizo o dejó de hacer José Luis Rodríguez Zapatero, vienen los problemas económicos y sociales que padecemos hoy: desempleo, alto endeudamiento de empresas y familias, saqueo de las cajas de ahorros hasta tener que rescatarlas por 40.000 millones de euros a cambio de un Memorándum que en 2012 fijó las reformas antisociales que el gobierno de Mariano Rajoy está ahora ejecutando con ahínco, etcétera.

Aznar disfrutó durante su doble mandato del impulso económico mundial que comenzó en 1996 y no acabaría hasta doce años después, con el ‘crash’ financiero mundial de 2008

El Partido Popular solo sabe echar la culpa al Partido Socialista y Zapatero, lo escuchamos todos los días, pero casi nadie habla de la responsabilidad en la crisis económica, social y de pública decencia de los ejecutivos que presidió Aznar, un mandatario que ha sido calificado por la prestigiosa revista norteamericana Foreign Policy como uno de los cinco peores ex presidentes de la historia mundial reciente.

Por eso me complazco en reproducir este artículo de Xavier Vidal-Folch publicado hoy en El País y titulado ‘Aznar contra Madrid’.


Todo empezó con la faraónica T-4 de Barajas, proyectada en 1996 al aterrizar José María Aznar en el Gobierno. Debía ser el aeropuerto más grande del mundo, con un millón de metros cuadrados: y a fe que lo fue. Debía costar 1.033 millones de euros, y al inaugurarse en 2006 se habían invertido más de 6.200 millones, los dos mil últimos en etapa de su sucesor: ¡un sobrecoste del 600%!

La gran pirámide se entregó casi entera para su explotación a la compañía aérea de bandera, Iberia, privatizada a bajo precio por el Gobierno Aznar en 1999. Entre los compradores de Iberia destacó Caja Madrid, que se hizo con un paquete del 10%, progresivamente aumentado hasta casi el 24% en 2007. La operación fue auspiciada por la (liberal) presidenta y ex ministra de Aznar Esperanza Aguirre para afianzar el éxtasis (público) radial de la capital.

La ejecutó el presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, puesto en el puesto en 1997 en su calidad de compañero de pupitre de Aznar como opositante a inspector de Hacienda. Blesa fue eficaz. Logró con ímprobos esfuerzos reducir a basura la caja de ahorros que Jaime Terceiro había convertido en una gran entidad, rentable, respetada y competitiva con La Caixa. Ni siquiera Rodrigo Rato logró enderezarla.

Resultado: a final de 2012, figuraban en el balance de su sucesora, Bankia, 24.500 millones de euros de dinero público. Los pagamos todos, catalanes y europeos incluidos, pero además los madrileños se arriesgan a quedarse sin su entidad local emblemática. Dén gracias al aznarismo.

Bankia acabó vendiendo su paquete de control en Iberia, ya fusionada con British Airways en IAG. Esa fusión quizá no fue mala operación, pues garantizó al menos la existencia temporal de Iberia. Pero ninguna de las conquistas prometidas. Mera y mísera sucursal, incapaz de atender a los latinoamericanos emergentes, su supuesto mercado natural. Tampoco garantizó su pretendida “españolidad”, ese lema cursi del nacionalismo proteccionista español, un falso liberalismo castizo. Porque dilapida dinero a borbotones. Iberia registra hoy 1,7 millones de euros de pérdidas diarias; en el primer trimestre del año la holding perdió por su culpa cinco veces lo que en igual período del año anterior.

«La terminal T-4 de Barajas debía costar 1.033 millones de euros, y al inaugurarse en 2006 se habían invertido más de 6.200 millones, los 2.000 últimos en etapa de su sucesor: ¡un sobrecoste del 600%!»

Y es que la T-4, e Iberia, son un erial. ¿Por qué? ¿Quizá porque las tarifas aéreas que impone AENA a Iberia sean excesivas? Pero el caso es que AENA/Aeropuertos —pata clave del complejo imperial/radial— pierde dinero, 75,7 millones en 2012, y exhibe un déficit de tarifa de 250 millones anuales. ¿No será culpa del centralismo transfranquista que modeló el modelo aeroportuario monopolista, hostil a la competencia privada y local, que solo practica ya la transoviética Rumania?

Quizá ocurre que ha bajado la afluencia de viajeros y visitantes. Pero, ¿por qué? Esta está siendo la mejor temporada turística de la historia en toda España. Pero la afluencia de visitantes a la villa de Madrid se ha reducido un 7,7% en los primeros ocho meses de 2013, y un 22,2% en el mes clave de agosto. Acaso si el presidente Ignacio González se ocupase de un turismo sobre el que ejerce competencia plena, en vez de a proponer referendos patrióticos o a comprar áticos en Marbella; o si la alcaldesa Ana Botella, digna socia de Aznar en Fazmatella, SL, desplegase encantos más allá de sus esfuerzos en Madrid-Arena o tomando cafés-con-leche, se explotarían mejor los innegables atractivos de la capital. Pero nada de nada. Cero aznarero.

O quizá porque Iberia (y pues, Barajas) sigue secuestrada por sus pilotos. Su convenio le impide ceder la T-4 (¡que es de AENA!) a vuelos y compañías baratos (Iberia Express)… esos con los que ha tenido que sobrevivir El Prat —y superar a la capital—, un aeropuerto convertido en cenicienta al abandonarlo Iberia pese a cebar la única línea rentable, el puente aéreo Barcelona-Madrid, ese monopolio incapaz de reaccionar a la nueva competencia del AVE. Qué entrañables los ministros de Industria y Fomento correteando por el mundo para salvar el complejo madrileño… todo lo que nadie hizo cuando su rival se hundía.

Tal vez la cuádruple ruina encadenada Barajas-AENA-Iberia-Bankia no sea letal para el macizo de la raza económico de un Estado endogámico que habita en el aislamiento tibetano, según describió Agustí Calvet, Gaziel. Pero lo es para sus vecinos, y los amigos de sus vecinos. Como lo es la ruina de las autopistas radiales de Madrid y sus hermanas (260 kilómetros), también criaturas de Aznar y Aguirre: mal diseñadas, al competir mediante peajes con vías gratuitas y al acoger un tráfico que resultó menos de la mitad del calculado. Como el Estado asumía ese cálculo, ahora caen 3.600 millones de quiebra técnica sobre todos nosotros, madrileños y los demás.

Pero Aznar no es responsable, lo son las autonomás dilapidadoras, según su FAES… que todos subvencionamos. España iba bien, Madrid va bien y él, como Ignacio González, combate separatismos. Cuando no juega al golf a cuenta del erario.


Fuente: El País
Foto: Mis galgas, yo y the ruby slippers

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